Este nuevo 8 de marzo nos presenta desafíos muchos más profundos en un contexto sumamente complejo. La democracia no se juega solamente en las urnas. Necesitamos volver a construir urgentemente las bases de una democracia como forma de vida, anclada en la participación social y en el bien común.
Debemos luchar contra el desconocimiento de los Derechos Humanos más elementales, ratificados por la República Argentina en distintos momentos de su historia, así como por los principales tratados internacionales cuya finalidad es el respeto universal por las personas. Debemos luchar contra el desconocimiento de las desigualdades de género; la prohibición de la perspectiva de género y las formas del lenguaje que buscan encontrar nuevas maneras de nombrar identidades invisibilizadas es un retroceso enorme en materia de derechos, de justicia y de igualdad.
No es posible concebir una vida democrática, si la misma no está anclada en el ejercicio de los Derechos Humanos y la ampliación de la ciudadanía, sobre todo, de los grupos más frágiles de la sociedad. No es posible concebir una vida democrática cuando las autoridades más importantes que tiene nuestra nación realizan ataques sistemáticos contra cualquier forma de disenso o discrepancia.
Es por ello, que en este Día Internacional de las Mujeres, sostenemos la convicción de generar políticas en las que se pueda propiciar condiciones materiales y simbólicas que promuevan vidas más justas. Sentimos ante este contexto la imperiosa necesidad de generar lazos más empáticos y más amorosos luchando colectivamente contra estas embestidas.
